PLEGARIAS Y MEDITACIONES
21 de febrero de 1914
Cada día, cada instante debería servir de ocasión para una consagración nueva y más completa; y no una de esas consagraciones entusiastas y trepidantes, hiperactivas, llenas de la ilusión de la obra, sino una consagración profunda y silenciosa que no sea forzosamente visible, sino que penetre y transfigure toda la acción. Nuestro espíritu apacible y solitario debería reposar siempre en Ti y tener desde esa cúspide pura la percepción exacta de las realidades, de la Realidad única y eterna que hay detrás de las inestables y fugitivas apariencias.
O Supremo, mi corazón esta purificado de la turbación y de la angustia; esta firme y calmo, y Te ve en todas las cosas; y sean cuales sean nuestras acciones exteriores, sean cuales sean las circunstancias que nos reserva el futuro, yo sé que sólo Tú vives, que sólo Tu eres real en Tu inmutable permanencia, y es en Ti que vivimos…
Que haya paz en toda la Tierra.
Ginebra, 6 de marzo de 1914
Después de haber sufrido vívidamente con ellos su sufrimiento, me gire hacia Ti, para intentar curarlo infundiéndole un poco de este Amor divino, fuente de toda paz y de toda alegría. No hay que huir del sufrimiento, tampoco hay que amarlo y cultivarlo, hay que saber adentrarse en él lo suficiente hasta hacer de él una palanca lo bastante poderosa para forzar las puertas de la consciencia eterna y entrar en la serenidad de tu Unidad invariable.
Desde luego este apego sentimental y físico que produce un desgarramiento cuando los cuerpos se separan, es infantil desde un cierto punto de vista, cuando se contempla la impermanencia de las formas exteriores y la realidad de Tu Unidad esencial; pero por otra parte este apego, este afecto personal, ¿no son acaso un esfuerzo inconsciente de los hombres por realizar exteriormente, en la medida de lo posible, esta unidad fundamental hacia la cual tienden siempre sin siquiera darse cuenta? Y justamente a causa de eso el sufrimiento ocasionado por la separación, ¿no es acaso uno de los medios más eficaces de sobrepasar esta consciencia exterior, de remplazar este apego superficial por la realización integral de Tu Unidad eterna?
Fue eso lo que deseé a todos; fue lo que ardientemente quise para ellos, y es por eso que Te confié su pena para que Tú la sanes iluminándola, convencida de Tu victoria, segura de Tu triunfo.
O Supremo, permite que toda esta belleza de afecto y de ternura sea transformada en glorioso conocimiento.
Permite que de toda cosa surja lo mejor, y que Tu Paz satisfecha reine sobre la Tierra.
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