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 PALABRAS DE LA MADRE

El camino

La vida es una elección perpetua entre la verdad y la mentira, la luz y la oscuridad, el progreso y la regresión, la ascensión hacia las alturas o la caída en los abismos. Cada uno ha de elegir libremente.

No nos comprometemos en el camino espiritual más que cuando sentimos que no podemos hacer otra cosa.

La actitud intelectual viene primero y la puesta en práctica le sigue poco a poco. Lo que es muy importante es mantener muy despierta la voluntad de vivir y ser lo que sabemos que es la verdad. Entonces es imposible detenerse y aún más retroceder.

Todos los seres humanos tienen un destino espiritual más o menos próximo según la resolución de cada uno. Es necesario quererlo con toda sinceridad.


Hay un conflicto en ti, entre lo que está apegado a la vida ordinaria y entre lo que aspira a una vida divina. A ti te corresponde elegir lo que es más fuerte en ti y actuar en consecuencia.

Puedes seguir los meandros de innumerables reencarnaciones o elegir el camino rápido y escarpado de la “sâdhanâ” intensiva.

El camino perfecto: para cada uno, es el camino que le conduce más rápidamente al Divino.

Todo era de oro, un torrente de luz dorada fluía en una corriente ininterrumpida y llevaba con ella el conocimiento de que el camino de los dioses es un camino soleado en el que las dificultades pierden toda realidad. Tal es el camino que se abre ante nosotros si elegimos seguirlo.
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La acción yóguica

Desde el punto de vista de la vida espiritual no es lo que haces lo que importa, sino la manera de hacerlo y la conciencia que tú pones. Acuérdate sin cesar del Divino y todo lo que hagas expresará la Presencia Divina. Cuando consagres al Divino todas tus acciones, no habrá más actividades superiores o inferiores; todas tienen la misma importancia: aquella que les ha sido conferida por la consagración.
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La meditación

Sea lo que sea lo que hagamos se vuelve útil si ponemos una chispa de la verdadera conciencia. La conciencia que tenemos es mucho más importante que la acción que realizamos. Y las acciones en apariencia más inútiles pueden transformarse en muy productivas si se hacen con la verdadera conciencia.

Cuando estés sentados meditando debes ser puro y simple como un niño, sin hacer Intervenir a tu mental exterior, sin esperar nada, sin exigir nada. Cumplida esta condición, todo lo demás depende de tu aspiración más profunda. Y si haces una llamada a la Divinidad, aquí también tendrás la respuesta.

Cada meditación debería ser una nueva revelación, pues en cada meditación algo nuevo se produce.

 Incluso si, en apariencia, no llegas a nada en tu meditación, es mejor perseverar y ser más obstinado que la oposición de tu naturaleza inferior.

Mantener constantemente una actitud concentrada y recogida es más importante que tener horas fijas de meditación.
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Las experiencias y las visiones

La experiencia espiritual es un contacto con el Divino en uno mismo (o en el exterior, esto es lo mismo en este dominio). Y esta experiencia es idéntica en todas partes, en todos los países, en todos los pueblos e incluso en todas las épocas.

El error inicial ha sido esperar a comenzar otra vez la misma experiencia que tuviste en tu juventud. En la vida las experiencias no se repiten, idénticas a sí mismas, y si éstas no son mejores, es decir más altas y verdaderas, se vuelven necesariamente peores. Después de una experiencia feliz y favorable, hubiera sido necesario elevarse de lo humano hasta lo divino, si no se corre el riesgo de caer en lo infernal y lo diabólico.

La verdadera revelación es la revelación del Divino.

El descenso de calma y de luz que sientes es un signo de que la sâdhanâ ha comenzado efectivamente en ti; esto muestra que estas ahora abierto
conscientemente a la Fuerza divina y a su acción. El descenso de calma y de luz en el ser es el comienzo de la fundación del yoga. Podemos sentirla primero sólo en el mental y en la parte superior, pero enseguida desciende cada vez más abajo hasta que toca todos los centros y se experimenta en todo el cuerpo. En principio ésta sólo viene un instante o dos; enseguida está perdura mucho más tiempo. Las otras experiencias muestran que la facultad de visión interior está a punto de abrirse; esto también forma parte del yoga. El fuego que has visto era sin duda el fuego de la aspiración iluminado en el ser vital. Las otras cosas que has visto no son bastante precisas para ser interpretadas. Continúa progresando. Nuestras bendiciones y nuestra protección están siempre contigo.
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La sinceridad

La sinceridad es la llave de las puertas divinas.

Sed sinceros La sinceridad es la puerta que abre la Divinidad.

Ser sincero es elevar todos los movimientos del ser al nivel de la conciencia más alta y de la más alta realización que se ha alcanzado. La sinceridad exige la unificación y la armonía de todo el ser en todas sus partes y todos sus movimientos en torno a la Voluntad divina central.
Para ser sincero es necesario unir todas las partes del ser en su aspiración al Divino, y no tener una parte que Lo quiere aun cuando las otras lo rechazan o se rebelan. Ser sincero en la aspiración, querer al Divino por Él mismo, no por la reputación, el renombre, el prestigio, el poder, ni por alguna satisfacción de la vanidad.

Se sinceró y absoluto en tu consagración al Divino y tu vida se volverá armoniosa y bella.

No temas nada, tu sinceridad es tu salvaguarda.

Simple sinceridad: el inicio de todo progreso.

Una sinceridad sin compromiso es el camino más seguro hacia la realización espiritual. No finjas ser, sé. No prometas nada, actúa. No sueñes, realiza.

En la sinceridad está la certidumbre de la victoria. ¡Sinceridad, sinceridad!, qué dulce es la pureza de tu presencia...!

La única salud está en una sinceridad y en una veracidad absolutas.

Sinceridad y fidelidad tales son los dos guardianes del Camino.

Se perfectamente fiel y sincero hacia tu verdadero Yo. No dejes que ninguna mentira se deslice en vuestra consagración al Divino.

En la sâdhanâ lo importante es la sinceridad en cada paso; si está allí, los errores pueden ser rectificados y no tienen tanta importancia. Si existe la menor insinceridad la sâdhanâ enseguida se rebaja. Lo que debes aprender a ver por ti mismo es si esta sinceridad es constante o si en algún momento algo te hace apartarte; si la voluntad de adquirir esta facultad es seria y constante, la capacidad de ver vendrá. La sinceridad no consiste en satisfacer a los otros; es un asunto interior que no nos concierne más que a ti y a mí.

Mientras haya dentro de un ser la posibilidad de un conflicto interior, esto quiere decir que hay aún en él una insinceridad.
Cuando se está seguro de haber alcanzado la sinceridad absoluta, se puede tener la certeza de estar hundido en la mentira.

Toda división en el ser es una insinceridad. La mayor insinceridad es la de cavar un abismo entre tu cuerpo y la verdad de tu ser. Cuando un abismo separa el ser verdadero del ser físico, la Naturaleza lo llena inmediatamente de todas las sugestiones adversas de las cuales la más temible es el miedo y la más perniciosa la duda. No permitir a nada, en ninguna parte negar la verdad del ser. Esto es la sinceridad.

Lo importante es ser cada vez más sincero, siempre más sincero a fin de no engañarse jamás a uno mismo en la integridad de tu aspiración. Esta sinceridad trae la ayuda segura de la Gracia divina.
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La aspiración


Que vuestra aspiración se lance recta y pura hacia la conciencia suprema que es toda alegría y toda beatitud.

Siempre es bueno aspirar, pero si vuestra aspiración se mezcla con una exigencia, podéis estar seguros de que no será satisfecha.

Debemos aspirar siempre a liberarnos de toda ignorancia y a adquirir una verdadera fe.

Todo está mudo en el ser como una cripta desierta; pero en el seno del silencio y de la sombra, arde la lámpara que no se apaga, el fuego de la ardiente aspiración: conocer y vivir integralmente en el Divino.

Más allá de las palabras, por encima de los pensamientos, la llama de una aspiración intensa debe brillar siempre regular y brillante. Mi ternura y mis bendiciones están contigo.










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