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LA LIBERACIÓN DE LA SUJECIÓN AL CUERPO

Nuestro primer paso en este sendero del conocimiento, una vez determinado en nuestro intelecto que lo que parece no es la Verdad, que el Yo no es el cuerpo, la vida ni la mente, puesto que éstos son sólo sus formas, debemos corregir nuestra mente en su relación práctica con la vida y el cuerpo de modo que pueda llegar a su propia relación correcta con el Yo. Esto es más fácil de hacer mediante un recurso con el que ya estamos familiarizados, puesto que desempeñó un gran papel en nuestra visión del Yoga de las Obras; consiste en crear una separación entre Prakriti y Purusha. 

Purusha, el alma que conoce y manda, se ha involucrado en el funcionamiento de su fuerza ejecutiva consciente, de modo que confunde este funcionamiento físico que llamamos cuerpo con el mismo; olvida su propia naturaleza como el alma que conoce y manda; cree que su mente y su alma están sometidas a la ley y al funcionamiento del cuerpo; olvida que él es mucho más además de que es más grande que la forma física; olvida que la mente es realmente más grande que la Materia y que no debe someterse a sus oscurecimientos, reacciones, hábito de inercia, hábito de incapacidad; olvida que incluso es más que la mente, un Poder que puede elevar al ser mental por encima de sí mismo; que es el Amo, el Trascendente, y que no es conveniente que el Amo esté esclavizado a sus propias obras, el Trascendente aprisionado en una forma que sólo existe como una bagatela en su propio ser. 

Todo este olvido tiene que ser curado por el Purusha recordando su propia y verdadera naturaleza y, en primer lugar, recordando que el cuerpo es sólo un accionar y sólo un accionar de Prakriti.


Entonces le decimos a la mente: "Esto es un accionar de Prakriti, esto no es ni tú mismo ni yo mismo; apártate de eso". Descubriremos, si lo intentamos, que la mente tiene este poder de desapego y puede apartarse del cuerpo no sólo en la idea, sino también en el acto, física o más bien vitalmente. Este desapego de la mente debe fortalecerse por una cierta actitud de indiferencia hacia las cosas corporales; no debemos preocuparnos esencialmente de su sueño ni de su vigilia, de su movimiento o de su descanso, de su dolor o de su placer, de su salud o de su mala salud, de su vigor o de su fatiga, de su comodidad o de su malestar, o de lo que come o bebe. 

Esto no significa que no debamos mantener el cuerpo en orden en la medida de lo posible; no tenemos que caer en ascetismos violentos o en un descuido positivo de la estructura física. Pero tampoco hemos de dejarnos afectar por el hambre, la sed, la incomodidad o la mala salud, ni dar la importancia que el hombre físico y vital da a las cosas del cuerpo, o de hecho cualquier otra importancia que no sea la subordinada y puramente instrumental.

Tampoco hay que permitir que esta importancia instrumental asuma las proporciones de una necesidad; no debemos, por ejemplo, imaginar que la pureza de la mente depende de las cosas que comemos o bebemos, aunque durante una cierta etapa las restricciones en el comer y el beber sean útiles para nuestro progreso interior; ni por otra parte debemos seguir pensando que la dependencia de la mente o incluso de la vida de la comida y la bebida es algo más que un hábito, una relación habitual que la Naturaleza ha establecido entre estos principios. De hecho, el alimento que ingerimos puede reducirse por el hábito contrario y la nueva relación a un mínimo sin que el vigor mental o vital se reduzca en modo alguno; incluso, por el contrario, con un desarrollo juicioso pueden ser entrenados a una mayor potencialidad de vigor aprendiendo a confiar en las fuentes secretas de la energía mental y vital con las que están conectadas más que en la ayuda menor de los alimentos físicos. Este aspecto de la autodisciplina es, sin embargo, más importante en el Yoga de autoperfeccion que aquí; para nuestro propósito actual el punto importante es la renuncia de la mente al apego o dependencia de las cosas del cuerpo.

Así disciplinada, la mente aprenderá gradualmente a adoptar hacia el cuerpo la verdadera actitud del Purusha. En primer lugar, conocerá al Purusha mental como el sostén del cuerpo y no como el cuerpo mismo, pues es muy distinto de la existencia física que sostiene la mente por medio de la fuerza vital. Esta será la actitud normal de todo el ser hacia la estructura física, hasta el punto de que ésta nos aparecerá como algo externo y desprendible, como el vestido que llevamos puesto o un instrumento que llevamos en la mano. Incluso podemos llegar a sentir que el cuerpo es en cierto sentido inexistente, excepto como una especie de expresión parcial de nuestra fuerza vital y de nuestra mentalidad. Estas experiencias son señales de que la mente está llegando a un equilibrio correcto con respecto al cuerpo, que está cambiando el punto de vista falso de la mentalidad obsesionada y capturada por la sensación física por el punto de vista de la verdad cierta de las cosas.

En segundo lugar, con respecto a los movimientos y experiencias del cuerpo, la mente llegará a conocer al Purusha aposentado en ella, primero, como el testigo u observador de los movimientos y, segundo, como el conocedor o perceptor de las experiencias. Dejará de considerar en el pensamiento o sentir en la sensación estos movimientos y experiencias como propios, sino que los considerará y sentirá como no propios, como operaciones de la Naturaleza gobernadas por las cualidades de la Naturaleza y su interacción entre sí. Este desapego puede hacerse tan normal y llevarse tan lejos que habrá una especie de división entre la mente y el cuerpo y la primera observará y experimentará el hambre, la sed, el dolor, la fatiga, la depresión, etc. del ser físico como si fueran experiencias de alguna otra persona con la que tiene una relación tan estrecha como para ser consciente de todo lo que ocurre en su interior.

Esta división es un gran medio, un gran paso hacia la maestría; pues la mente llega a observar estas cosas primero sin dejarse dominar y finalmente sin verse afectada en absoluto por ellas, desapasionadamente, con una clara comprensión, pero con un perfecto desapego. Esta es la liberación inicial del ser mental de la servidumbre al cuerpo; pues la liberación llega inevitablemente mediante el conocimiento correcto puesto en práctica de manera constante 

Finalmente, la mente llegará a conocer al Purusha en la mente como el amo de la Naturaleza cuya sanción es necesaria para sus movimientos. Descubrirá que, como sancionador de la sanción, puede retirar el fíat original de los hábitos anteriores de la Naturaleza y que, finalmente, el hábito cesará o cambiará en la dirección indicada por la voluntad del Purusha. La vieja sanción persiste como consecuencia obstinada del karma pasado de la Naturaleza hasta que éste se agote, y mucho depende también de la fuerza del hábito y de la idea de necesidad fundamental que la mente le haya atribuido previamente; Pero si no existe ninguno de los hábitos fundamentales que la Naturaleza ha establecido para la relación de la mente, la vida y el cuerpo, y si la vieja sanción no es renovada por la mente o el hábito es consentido voluntariamente, entonces eventualmente vendrá el cambio. Incluso el hábito del hambre y la sed puede ser minimizado, inhibido, eliminado; el hábito de la enfermedad puede ser igualmente minimizado y gradualmente eliminado y, mientras tanto, el poder de la mente para corregir los desórdenes del cuerpo, ya sea mediante la manipulación consciente de la fuerza vital o por simple decreto mental, aumentará inmensamente.

Mediante un proceso similar, el hábito por el cual la naturaleza corporal asocia ciertas formas y grados de actividad con esfuerzo, fatiga e incapacidad, puede ser rectificado y el poder, la libertad, la velocidad, y la efectividad de la obra física o mental que puede concretarse con este instrumento corporal, puede incrementarse, duplicarse, triplicarse y decuplicarse maravillosamente.

Este aspecto del método pertenece propiamente al Yoga de autoperfeccion; pero es conveniente hablar brevemente de estas cosas aquí, tanto porque así sentamos una base para lo que tendremos que decir de la autoperfeccion, que es una parte del Yoga integral, como porque tenemos que corregir las falsas nociones popularizadas por la Ciencia materialista. De acuerdo con esta Ciencia, los estados mentales y físicos normales y las relaciones entre la mente y el cuerpo realmente establecidas por nuestra evolución pasada son las condiciones correctas, naturales y saludables, y cualquier otra cosa, cualquier cosa opuesta a ellas, es mórbida y errónea o una alucinación, un autoengaño y una locura. Es innecesario decir que este principio conservador es totalmente ignorado por la propia Ciencia misma cuando mejora con tanta diligencia y éxito las operaciones normales de la Naturaleza física para el mayor dominio de la Naturaleza por parte del hombre.

Baste decir aquí, de una vez por todas, que un cambio de estado mental y físico y de relaciones entre la mente y el cuerpo, que aumenta la pureza y la libertad del ser, trae una alegría y una paz claras y multiplica el poder de la mente sobre sí misma y sobre las funciones físicas, provoca en una palabra un mayor dominio del hombre sobre su propia naturaleza, no es evidentemente mórbido y no puede ser considerado como una alucinación o un autoengaño, ya que sus efectos son patentes y positivos. En efecto, se trata simplemente de un avance voluntario de la Naturaleza en su evolución del individuo, una evolución que llevará a cabo, en cualquier caso, pero en la que elige utilizar la voluntad humana como agente principal, porque su objetivo esencial es conducir al Purusha hacia el dominio consciente de sí mismo.

Dicho esto, debemos añadir que, en el movimiento del camino del conocimiento, la perfección de la mente y del cuerpo no son ninguna consideración o sólo son consideraciones secundarias. Lo único necesario es salir de la Naturaleza hacia el Ser, ya sea por el método más rápido o el más completo y eficaz posible; y el método que estamos describiendo, aunque no es el más rápido, es el más completo en su eficacia. Y aquí surge la cuestión de la acción o inacción física. Normalmente se considera que el yogui debe alejarse de la acción tanto como sea posible, y especialmente que el exceso de acción es un obstáculo, porque extrae las energías hacia el exterior. Hasta cierto punto esto es cierto; y debemos notar además que cuando el Purusha mental adopta la actitud de mero testigo y observador, crece en el ser una tendencia al silencio, la soledad, la calma física y la inacción corporal. Mientras esto no se asocie con la inercia, la incapacidad o la falta de voluntad para actuar, en una palabra, con el crecimiento de la cualidad tamásica, todo esto es para bien.

El poder de no hacer nada, que es muy diferente de la indolencia, la incapacidad o la aversión a la acción y el apego a la inacción, es un gran poder y una gran maestría; el poder de descansar absolutamente de la acción es tan necesario para el Jnanayogin como el poder de cesar absolutamente del pensamiento, como el poder de permanecer indefinidamente en pura soledad y silencio y como el poder de la calma inamovible. Quien no está dispuesto a abrazar estos estados, no es todavía apto para el camino que conduce hacia el conocimiento más elevado; quien no es capaz de acercarse a ellos, no es todavía apto para su adquisición.

Al mismo tiempo hay que añadir que el poder es suficiente; [p.347] la abstención de toda acción física no es indispensable, la aversión a la acción mental o corporal no es deseable. Quien busca el estado integral del conocimiento debe estar libre del apego a la acción e igualmente libre del apego a la inacción. Especialmente debe superarse cualquier tendencia a la mera inercia de la mente o del vital o del cuerpo, y si se encuentra que ese hábito crece en la naturaleza, la voluntad del Purusha debe utilizarse para desecharlo. Finalmente, se llega a un estado en el que la vida y el cuerpo ejecutan, como meros instrumentos, la voluntad del Purusha en la mente, sin ninguna tensión o apego, sin que se pongan en acción con esa energía inferior, ansiosa y a menudo febril, que es la naturaleza de su trabajo ordinario; llegan a trabajar como lo hacen las fuerzas de la Naturaleza, sin la inquietud, el trabajo y la reacción característicos de la vida en el cuerpo, cuando aún no es dueña del físico.

Cuando alcanzamos esta perfección, entonces la acción y la inacción se vuelven inmateriales, ya que ninguna de ellas interfiere con la libertad del alma o la aleja de su impulso hacia el Ser o de su equilibrio en el Ser. Pero este estado de perfección llega más tarde en el Yoga y, hasta entonces, la ley de la moderación establecida por el Gita es la mejor para nosotros; demasiada acción mental o física no es buena entonces, ya que el exceso extrae demasiada energía y reacciona desfavorablemente sobre la condición espiritual; demasiado poco tampoco es bueno, ya que el defecto conduce a un hábito de inacción e incluso a una incapacidad que tiene que ser superada después con dificultad. Sin embargo, los períodos de calma absoluta, de soledad y de cese de los trabajos son muy deseables y deben asegurarse tan a menudo como sea posible para esa recesión del alma en sí misma que es indispensable para el conocimiento.

Al tratar así con el cuerpo, necesariamente tenemos que tratar también con el Prana o energía vital. A efectos prácticos, debemos distinguir entre la energía vital que actúa en el cuerpo, el Prana físico, y la energía vital que actúa en apoyo de las actividades mentales, el Prana psíquico. Pues siempre llevamos una doble vida, mental y física, y la misma energía vital actúa de forma diferente y asume un aspecto distinto según se preste a una u otra. En el cuerpo produce esas reacciones de hambre, sed, fatiga, salud, enfermedad, vigor físico, etc., que son las experiencias vitales de la estructura física. Porque el cuerpo bruto del hombre no es como la piedra o la tierra; es una combinación de dos envolturas, la vital y la "alimenticia", y su vida es una constante interacción de estas dos. Sin embargo, la energía vital y el marco físico son dos cosas diferentes y, al retirar la mente del sentido absorbente del cuerpo, nos volvemos cada vez más sensibles al Prana y a su acción en el instrumento corpóreo y podemos observar y controlar cada vez más sus operaciones.

Prácticamente, al retirarnos del cuerpo, nos retiramos también de la energía vital física, aun cuando distinguimos los dos y sentimos a esta última más cerca de nosotros que el mero instrumento físico. Toda la conquista del cuerpo se produce, de hecho, por la conquista de la energía vital física.

El apego a la vida en el cuerpo ha de vencerse junto con el apego al cuerpo y sus obras. Porque cuando sentimos que el ser físico no es nosotros mismos, sino sólo un vestido o un instrumento, la repulsión a la muerte del cuerpo, que es un instinto tan fuerte y vehemente del hombre vital, debe necesariamente debilitarse y puede desecharse. Debe ser desechado y por completo. El miedo a la muerte y la aversión a la cesación corporal son el estigma que su origen animal ha dejado en el ser humano. 

Ese estigma debe ser totalmente borrado. [p.349]

Sri Aurobido

“La síntesis del yoga”



 

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